Monopoly no es solo para divertirse cuando se trata de dinero real.
En septiembre de 2020, cuando Microsoft anunció la adquisición de Bethesda por alrededor de $7500 millones, fue un gran movimiento, uno que algunos fanáticos considerarían han estado entusiasmados, y otros menos. Fue un gran negocio en ese momento, con esa compra que le dio a Microsoft Gaming/Xbox una serie de nuevos estudios y equipos creativos, sin mencionar la afluencia de propiedades de juegos fundamentales como DOOM, The Elder Scrolls y Fallout. Sin embargo, el reciente acuerdo de Activision Blizzard, que está muy lejos de ser finalizado debido a los procesos regulatorios, se sintió como algo diferente. La suma total de dinero involucrada ($ 68,7 mil millones) y el tamaño de la empresa que se adquiere posiblemente representan un cambio en la política. Microsoft no pretende simplemente impulsar su oferta de Xbox, parece tener la intención de dominar con ella y, al mismo tiempo, crecer teóricamente hasta convertirse en un’metaverso’, que es una conversación para otro día.
Ahora hemos tenido Sony adquiere Bungie, el creador de la serie Halo (aunque abandonó la franquicia hace años) y conocido por sus juegos y expansiones Destiny. Es otra gran suma, de 3600 millones de dólares, un poco menos de la mitad de lo que Microsoft pagó por Bethesda. El CEO de PlayStation, Jim Ryan, también ha dejado claro que las adquisiciones aún no han terminado.